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Un d¡a la perdemos, o dejamos de reconocerla puertas adentro. Otro d¡a la vemos asesinada en medio de la acera, sin embargo, seguimos nuestro camino porque se nos hace tarde? Hasta que nos acostumbramos a no verla, e incluso abandonamos su a¤oran... Seguir leyendo
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Un d¡a la perdemos, o dejamos de reconocerla puertas adentro. Otro d¡a la vemos asesinada en medio de la acera, sin embargo, seguimos nuestro camino porque se nos hace tarde? Hasta que nos acostumbramos a no verla, e incluso abandonamos su a¤oranza, la colocamos para que duerma en el umbral de la utop¡a. Pero ella est ah¡, sigue estando, respira, nos ve desconsolada c¢mo le pasamos de largo sin una caricia, sin una sonrisa, sin un ?buenos d¡as? siquiera. Compramos br£julas, consultamos or culos, pagamos psicoan lisis, la buscamos en la tele. La creemos agazapada en una loter¡a, esper ndonos. Ser¡a bueno abrir este libro para saber que nada de todo lo que creemos sobre ella es certero. Ser¡a mejor llegar al final de estas p ginas y respirar profundo?