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En estricto honor a la verdad debo escribir estas l¡neas a modo de proemio. Publicar este libro fue un desaf¡o por la significaci¢n del personaje, injustamente olvidado en su propia tierra, y por la dimensi¢n de su actuaci¢n p£blica en la vida ... Seguir leyendo
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En estricto honor a la verdad debo escribir estas l¡neas a modo de proemio. Publicar este libro fue un desaf¡o por la significaci¢n del personaje, injustamente olvidado en su propia tierra, y por la dimensi¢n de su actuaci¢n p£blica en la vida nacional. Creo que se lo debo a Ferm¡n Ch vez, pues leyendo un texto de su autor¡a descubr¡ accidentalmente a Eduardo Madariaga, a quien no conoc¡a sino por la fugaz menci¢n que su extinto sobrino -el eximio poeta y escritor surrealista Francisco Madariaga- hiciera en una de sus obras. Ambos -t¡o y sobrino- eran oriundos de Concepci¢n del Yaguaret Cor , provincia de Corrientes, como yo. Por razones cronol¢gicas solo conoc¡ personalmente a Francisco, ya anciano, a poco de recalar en Buenos Aires, una noche de 1999, en una taberna del barrio de Pompeya, cuando me lo present¢ Olegario ?Nunita? Gamarra. De los coet neos de Eduardo en mi pueblo no quedaba nadie con vida para poder evocarlo, de manera que solo gracias a Ferm¡n Ch vez, obstinado como era en rememorar a los ?malditos? y a los ?olvidados? de la historia, pude tener el honor de saber de este gran compoblano m¡o