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?La poes¡a de Ana Bermejo, la poes¡a que ahora nos regala en La vida, sin m s, tiene la apariencia cristalina de las aguas mansas de un lago. Pero uno sabe, nada m s comenzar a leer el primer poema, el primer verso, ?t£ y yo nos debemos varios o... Seguir leyendo
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?La poes¡a de Ana Bermejo, la poes¡a que ahora nos regala en La vida, sin m s, tiene la apariencia cristalina de las aguas mansas de un lago. Pero uno sabe, nada m s comenzar a leer el primer poema, el primer verso, ?t£ y yo nos debemos varios oto¤os?, que ni es tan cristalina el agua ni tan manso el verso. Algo siempre queda en el poema recin le¡do que vibra, que permanece a la espera de un misterio, de una duda o de una certeza, de un recuerdo o de una premonici¢n, que todo puede cambiar de pronto, en cualquier momento, en cualquier lugar. Como esas palabras escuchadas, aunque no comprendidas, en boca del mdico. Como esa fiebre que todo lo ilumina y que convierte la cama en un campo de batalla. Porque La vida, sin m s es uno y son muchos viajes. Es un viaje por el tiempo de la espera, desde esos ?varios oto¤os? iniciales hasta ese junio que se vuelve verde y milagroso al final. Pero es tambin un viaje que comienza con un ?corre? y que termina con un ?ven?, uno de esos pocos verbos que se salvan de la diestra poda de la ignorancia de los diccionarios que nada saben de la vida. Una historia de amor donde